Y es que algunas veces (no todas) le da por sentirse la sexy y vagar por las calles. Ya saben, se pone uno de esos pantalones pegaditos con blusas escotadas, brillo en los labios, máscara hasta en las pestañas. Y sale meneándose, dispuesta a contar las miradas libidinosas que se tope por la calle. Maneja con sus lentes de sol, mordiéndose los labios de vez en cuando, y lo justifica con un "tic" nervioso. Como si los que la conocemos nos tragáramos esa farza.
Pero le sirve. Le funciona para nuevas víctimas que se creen que han logrado una cita con la mujer más sensual del mundo. La función del teatro que hace le dura a veces hasta dos meses, después, como el maquillaje, se cae.
Y es entonces cuando entro yo, su fiel amigo. El que siempre está ahí para recogerla en pedazos del suelo, cuando se estrella, cuando deja de funcionar, cuando sorfea por las fauces profundas de la desilusión. Me temo que a veces por eso se da el lujo de caer: Porque sabe bien que yo existo.
Y existiré.
Porque lo hago solo porque la amo, porque no puedo evitarlo, porque la conozco y entre más lo hago, más la adoro. Porque no podré dejarla nunca, porque sobre todas las cosas que miro ella es la que más brilla, por razones desconocidas si quieren, pero ella... Ella es auténtica, por lo menos no tiene que fingir a nadie, mucho menos a mi, que la conozco tanto.
Y entonces cuando se cansa y está acostada en su cama me llama, y aparezco, de la nada, para sobarle la espalda. Soy el único hombre que ha entrado a su baño a tallarle la espalda. Soy su hombre, siempre me lo repite.
Me ama por eso y no me importa que salga con los patanes con los que se revuelca en la misma cama donde yo siempre duermo, calladito, hasta que él se va y entonces si aparezco y la abrazo y me abraza...
Mi casa? Que importa, aunque viva en su mente soy real, para ella lo soy... Y entonces hablaremos toda la noche, contándonos historias liadas en una realidad que ella y yo conocemos... Porque soy real, aunque parezca que ella habla siempre sola.