19/10/09

Oficialmente cerrado.

Este blog ha muerto.




10/8/09

Ejercicio meridiano.


En la ciudad de México, aquella que acoge con sus brazos a todo aquél que llegue con una historia nueva. Llueve. Llueve porque las razones por las que no debe de hacerlo, no son suficientes y ante una doble negación, el cielo se cierra, se carga, se pone gris y deja caer ante nosotros los incrédulos, toda el agua que Tláloc seguramente desde hace siglos nos guardó.


En el momento en el que caen las notas, hasta parece que las conozco. Las oí por ahí justo cuando descubrí una canción de Jack Blanco y me dan ganas de que sea viernes, otra vez.


¿Recuerdas esa lluvia lenta queda y tibia que se derrumbó en nosotros en muestra de gratitud? Si, de aquella que se derribó ante la noticia que te rondaba, aquella que te tentaba: Irte a estudiar a otro país.


Y yo, cual campanita del país de las maravillas que tu creaste, me di el lujo de acompañar a la lluvia y llorar un poco. Sólo un poco para que no te dieras cuenta, para que no fuese evidente y pudieras irte tranquilo.


Cuando nos despedimos y la lluvia seguía compañándome, supongo para no dejarme creer que estaba sola, entré a una cantina. Empapada busqué un asiento en la barra y pedí un ron. Un personaje, que se parecía a tu amigo el ruso, me pidió un vodka y comenzamos a charlar un poco.


Me distraía y lo sabía, pero no lograba poner atención a su plática, ni siquiera cuando pretendía contarme sobre una noche de borrachera en la que orinó en la cerca de una anciana decrépita cuando viajó a Estados Unidos y lo deportaron de vuelta a su país... Por una miada.


Salí de ahí intentando juntar las piezas de un viejo rompecabezas y sólo logré sonreír cuando el sol, volvió a salir.






Un pequeño ejercicio, en honor a mis compañeros Bloggers, espero que les guste.

6/7/09

Hablando de círculos de la vida, pero finitos.

Es curioso que Lenna escogiera ese tema ahora.

Y es que justo hoy me encuentro a la mitad del viaje. Me subí al avión un 7 de marzo, hace 4 meses. Me subiré de nuevo por ahi de un 7 de noviembre, dentro de 4 meses.

Hace seis meses, estaba muy emocionado porque iba a dejar todo atrás. Lanzarme a un lugar totalmente desconocido, con gente desconocida, con la certidumbre de que lo único seguro era que tendría un techo bajo el cual dormir, no me iban a dejar morir de hambre, y me pondrían a estudiar algo ingenieroso. Fuera de eso, todo era una gran nube con un signo de interrogación.

No quería venir a encontrar el robot más avanzado. No buscaba la cúspide del conocimiento, ni mucho menos esperaba encontrarme al amor de mi vida. Lo que quería era encontrarme a mí mismo. Conocerme a mí. No como hijo, no como estudiante, no como novio, sino como "yo". Y también dejar atrás todas esas mañas que había adquirido por culpa de las prisas de la ciudad. Eso de andar siempre de prisa, dejar el escritorio todo desordenado, cosas botadas por todo el cuarto, y nunca tener tiempo para pensar "qué quiero hacer mañana?" y reflexionar sobre mí mismo... todo eso quedaría atrás automáticamente al viajar a un lugar nuevo por tanto tiempo.

Eso pensaba yo.

Cuál fue mi sorpresa cuando noté que unos meses después, mi escritorio acá también está desordenado, siempre ando corriendo, y casi no me doy tiempo para reflexionar.

Muchas veces creemos que un viaje largo nos va a dar tiempo para pensar, para arreglar el desorden dentro de la cabeza, para mejorar nuestra vida. Que las cosas se van a arreglar automáticamente.

Y no.

Puedes estar en México, en Japón, en Canadá o en Australia, y las cosas no se van a arreglar solitas. Sí, hay que buscar un espacio y tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos... pero no tienes que ir tan lejos.




Después de 4 meses, ya me acostumbré a comer con palitos, a andar en los trenes, a que JICA paga, al katsudon y a los onigiris, al CC Lemon y al Calpis, a que no me tengo que estar cuidando en la noche porque me vayan a asaltar, a que tranquilamente puedo pedirle a cualquier persona que me tome una foto y lo hará sonriendo, a andar en bicicleta por la ciudad, a encontrar máquinas de bebidas en cada esquina, a que las calles están limpias y en cualquier vuelta me encontraré un precioso templo antiguo o al menos un parque bonito.

Pero también extraño mucho un buen pozole, unos tacos al pastor, un buen mariachi, unas aguas locas en casa del Heras, jugar Nintendo con mis primos hasta las 4 de la mañana y pelearnos por quién va a pedir la pizza, una noche de Rock Band en casa del Kwancha, un café con mis amigos de la prepa, o Mario Strikers en mi casa con mis amigos de la carrera. Los sábados en casa de mi abuelita con mis tíos, albureando a las viejitas sin que se den cuenta, y mi casa y mis papás, que están tan felices de que yo esté acá y siempre me han apoyado en todo.

Por un lado, extraño mucho todo eso, y por el otro, ya quiero seguir. Cada vez estoy más convencido de que el siguiente paso implicará que todo eso será menos frecuente. Y también estoy emocionado por dar ese siguiente paso.

Afortunadamente, cada vez son menos los nudos que tengo en la cabeza. Sólo me quedan por resolver asuntos terrenales, pragmáticos, vulgares, pero lo interno ya prácticamente está.




A partir de hoy, cada día he pasado más tiempo viviendo en Tsukuba que en Osaka, que tanto cariño le tengo.

A partir de hoy, cada vez me queda menos tiempo en Japón. Se acaba lo que fue mi objetivo durante un par de años.



Todos los ciclos en la vida se terminan. Hay que estar siempre emocionados por hacer que venga algo mejor; siempre construir para arriba, sin dejar de ver a la gente que quieres, sin dejar de hacer las cosas que quieres. Pero sin extrañar de manera triste; sin rechazar al futuro.

Hablando de círculos de la vida, infinitos.


Aquí te encontré, aunque perdido no estabas.
Aquí te encontré y el giro de mi vida comenzó en un espiral, que de ninguna manera me haría caer en el infortunio que habría conocido en otros huracanes, fugaces al fin,
Pero tu no, tu aquí te plantaste, frente de mi y todo lo cambiaste.

Me obligaste a mirarte y me derretí al hacerlo, al mismo instante en el que me devolvías la vida, como una prestación a mi existencia. Sé que esta vez, Dios me la debía.

Y entonces comencé a entrar así despacito, a todo el ser que eres. El bueno y el malo, el atento y el fúrico, el maduro y el niño que aún tiene deseos de comprar juguetes. Todo tu, lo blanco y lo negro, se combinaba en un gris perfecto. Me enseñaste música y yo te enseñé a respirar.

Nunca pude sospechar siquiera, las cosas que te harían feliz, aquello que posiblemente pudiese aplicar cuando te viera cabizbajo y sin ganas de salir a patear charcos. Entonces me prometí encontrarlo y te llené de detalles cursis, de ganas por comprarte tennis costosos, de cafés de color rosa y de risas en aires rentados de la Roma. Te dije que sí a la pregunta más importante de tu vida, te lavé la cara y te puse una mascarilla buscando que sanaras, desde afuera, para adentro.

Tonta de mi.

No bastaron los regalos costosos ni las cartitas de amor, tampoco los sueños ni las promesas, no fue suficiente nada de eso, para lograr arrancarte una sonrisa sinceramente amplia...

...Hasta ayer.

Y es que ¿Quien lo iba a pensar? Lo único que querías era un día sencillo, calmado, pausado y lleno de tus personas importantes. Sonreías sin parar y tus ojitos pro primera vez vi brillar, que ilusión verte saltar por las esquinas de la casa de tus padres, verte entrar y salir enseñando los dientes a todos los invitados: Tus padres, tu mejor amigo y yo.

¿Quién lo iba a decir? Tan sólo querías que tu y yo estuviésemos ahí sentados, admirando lo que sucedía en el festejo de tu cumpleaños, con la gente que quieres, con la gente que importa y que maravilla ¡Estar ahí incluida!

Ayer me enseñaste una lección muy valiosa: Lo más importante en la vida, contiene lo más sencillo, lo que a veces olvidamos, lo que siempre estará ahí, siendo bueno o malo en nuestro rol: La familia.

La familia. Tu familia que te quiere tanto, tus sobrinos que te abrazan a la menor provocación, tu hermana que te da de vez en cuando esas palmaditas en la espalda sé que orgullosa está de su hermano menor, tu padre que camina como pavo real presumiendo lo que su hijo ha logrado. Tu madre, llena de lágrimas en los ojos al decirte que no pudo tener un mejor hijo que tu. Tus primos que te ven como ejemplo y desearían seguir tus pasos, así'nomas para llegar a ser como tu. Tu tía que te defiende a capa y espada, incluso de mi, pero que recuerda a cada momento cuando te cargaba en sus brazos y tu buscabas su protección. Tu familia que te ama, te adora, te quiere.

La familia, la que tu escoges, la que tienes en cada amigo que entregas todo tu ser. Tu mejor amigo, el que ha sabido devolverte el empeño a la amistad que han sembrado desde hace 10 años, los veo y podría jurar que auténticamente son hermanos. Tu lo elegiste tanto como él te eligió a ti.

La familia, la que planeamos formar. Tu y yo, como vértice de todo el universo, de todo lo que continuará después de la explosión que provocó el habernos conocido justo aquí.

Feliz cumpleaños, vida mía.
Tu que ya eres toda mi vida y yo que planeo ser la tuya.

10/6/09

Pre-nostalgia, anti-nostalgia y no-nostalgia




Todos los sistemas físicos (es decir, las cosas que existen en este mundo) son sistemas causales. Eso significa que no puede haber una respuesta antes de que llegue el estímulo. Según la ingeniería de control, es imposible construir un sistema físico cuyo estado dependa no sólo de los estados anteriores y los estímulos externos, sino también de los estados o estímulos futuros.

O sea que no se puede tener nostalgia de algo que aún no pasa.

Sin embargo, es matemáticamente posible modelar un sistema no-causal, el cual reacciona a los estímulos futuros.


Un día en febrero de este año, mientras descansaba un poco contemplando en silencio un techo rentado, de repente me imaginé ya subido en el avión, rumbo a tierras lejanas. Tenía muchísimas ganas de ya no estar allí, sino acá, ya con nuevas emociones, conociendo lugares y personas nuevas... Fue un sentimiento muy extraño. No era exactamente emoción, puesto que ésta normalmente conlleva felicidad, o al menos una sonrisa; lo que sentí en ese momento era más como la falta de eso, como un vacío, como nostalgia...




La nostalgia, como bien dice Lenna, implica querer regresar a un lugar, o al pasado. Y precisamente en febrero mis circunstancias eran muy particulares. Ahora estoy en otro lugar, en otro tiempo, con otras personas, con otra ropa...

A veces uno tiene episodios en el pasado que quiere olvidar o negar que ocurrieron.

En este caso no es así.

Pero a veces en mi vida han habido episodios tan cercanos que parecen contemporáneos; tan contemporáneos que parecen revolverse... y no, no quiero eso. No me arrepiento de nada de lo que pasó; si cometí errores, los hice de manera consciente. No quiero olvidarme de eso. Pero sí a veces me gustaría que fuera un poco más lejano, que ya hubiera pasado más tiempo. Así que --aprovechando que la RAE me permite cantinflear--, no es que quiera regresar, ni que no quiera regresar, sino que ojalá hubiera sido hace más y no hace menos, oséase de que el tiempo al que no quiero ni regresar ni no regresar se moviera tantito más p'allá, que estuviera más en el pasado, no porque no lo esté, sino que a veces el calendario dice cosas que de plano pues uno no siente y pues como que sí se saca de onda uno, ¿no? Hasta siente uno que le van a reclamar porque, óigame, primero está usté en una cosa, y luego en la otra, y resulta que un día de estos le va a dar nostalgia o lo va a negar, pero no, es como lo contrario, oséase de que ya encierren al perro en el baño, pa' que no ande molestando a las visitas...




Marzo y abril fueron maravillosos. O, ¿cómo describirían ustedes pasar dos meses de vacaciones pagadas en un país exóticamente hermoso (y hermosamente exótico), rodeado de gente con quien, así, sin mucho problema, sin mucho trámite, rápido hicieron amistad, con la única responsabilidad de dejar que te ayuden a entender el idioma local? Y sí, tomé cientos de fotos y docenas de horas de video. Esos recuerdos digitales están ahí perfectamente categorizados, ordenados, clasificados, para que no se pierda nada, para que no se olvide nada, para tener presente todo... y están un poquito tristes, esperando un cierre, un resumen, un video que tengo pendiente armar cuando tenga tiempo... recuerdos digitales nostálgicos de que cada vez se va pasando más el tiempo, y ya estamos en junio, y si me descuido va a llegar noviembre, y yo no les he dado el cierre debido.

Esos son los recuerdos digitales. En el mundo real, ya cerré ese capítulo. Lo recuerdo con muchísimo cariño, pero mis circunstancias actuales, diferentes, no tienen por qué ser menos buenas. Y las futuras, todavía mejor.

Así que no, no quiero regresar. Quiero seguir adelante.

¿A ustedes les ha pasado algo así? ¿O debería conseguir un psiquiatra?

;)

La interpretación del presente escrito queda bajo responsabilidad del lector.

Se llamaba Nostalgia.



Sin que nadie lo note, sin que nadie alcance a mirarla, hay días en que a ella le gusta subir a la azotea y mirar a la gente mientras se fuma un cigarro. Desde ahí observa callada como se mueven, fascinada por la cámara lenta de sus predecibles acciones. Y entonces entrecierra los ojos para ver si ésta vez nota a alguien distinto, sólo para darse cuenta que al final todos miran igual, que sus secretos siguen siendo los mismos, que siempre acaban rompiéndose en la misma banqueta. Resignada, suspira profundo y detiene la vista en el pavimento que brilla y juega con la lluvia de ésta tarde. Entonces, tristemente, sonríe. Y es que por alguna razón, ella sabe que desde hace mucho le pertenece al verano, a las gotas que suavemente acarician sus alas grises, cansadas. Su paraíso personal se ha reducido a una azotea húmeda desde donde se alcanza a percibir un olor a café y a limpiador de pisos al que a ella le gusta llamar como mezcla de la casa.

Está sola y mira a la vida sin miedo. Ya ha pasado por esto antes, eternidad de minutos cortos, pasivos. Tira la ceniza del cigarro a la calle para que las personas que caminan debajo crean que son sueños, ideas nuevas mandadas del cielo. Sonríe de nuevo, complacida entre sus años rotos, entre los brillos que se le escapan de los ojos, esos ojos donde se pueden leer miles de océanos viejos que contrastan casi brutalmente con su cara casi de niña. Pero ella sigue ahí; quieta, tranquila, sentada en el borde de su azotea donde divaga un poco y piensa que por alguna razón ella siempre ha preferido el mar al cielo: las nubes de espuma esconden más espejismos. Es así como sobrevive entre luces continuas de ciudades veloces. Y a pesar de las cicatrices de plumas blancas que le condenan la espalda con fecha de siempre, sabe que aunque no muera nunca, ella es mortal desde aquel verano bisiesto que dejó un recuerdo por cada grano de arena de mar...
Y una vez más, sola, se quedará ahí sentada en la esquina de su azotea esperando una sílaba que le arranque la ropa, deseando el beso que le desate los nudos que le amarran las manos. Dará otra fumada a su cigarro gastado de vidas y esperará por él, por aquel que fue único y que brillaba distinto, con aquel que fue capaz de dejarle inservibles las alas desde que se fue... porque él; su él, sin saberlo, encerró el único secreto que valía la pena entre sus labios, y detuvo el tiempo justo a la mitad de la inclinación asimétrica de su sonrisa.



* Ésta no fue tanto una réplica, sólo otra visión de la nostalgia. Gracias Lenna por seguir reviviendo este blog!

La Nostalgia.


Uno, a veces se atreve a mirar el baúl de los recuerdos, porque todos tenemos uno; sólo para encontrarse con sus propios demonios, enfrentarlos y salir airoso de la situación, pero también muchos, como yo, lo hacemos para revivir. Claro, bajo la pauta de "recordar" es vivir, aunque realmente no se viva, sólo se recuerde.


Pero la mente es tan poderosa, que a veces es complicado detenerla. Recuerda escenas completas, olores, sabores, hasta lo que sentiste en ese preciso momento, lo que viste, las veces en que tu corazón latió, cuantas veces te mojaste los labios...


Pero la palabra nostalgia (del griego νόστος "regreso" y ἄλγος "dolor") describe un anhelo del pasado, a menudo idealizado y poco realista.


Sin embargo, aunque no quiero sonar como diccionario, para muchos la nostalgia es el sufrimiento de pensar en algo que se ha tenido y que ahora ya no se tiene.


En anteriores años, la nostalgia era catalogada como una enfermedad cuyos síntomas eran: opresión en el pecho y/o garganta, el dolor en la boca del estómago, con tintes que pudiesen llevar a la desesperación.


Pero es un hecho irrefutable que la nostalgia no es definible científicamente. La lengua española es tan basta que nos permite usar diversas palabras para tratar de describirla:


Nostalgia es la sublimación en la indeterminación de un anhelo del alma desbordado en la materia, “como un amar sin ser amado y como un dolor que sentimos en miembros que no tenemos”; por el cual se transparenta un “echar de menos lo que no somos”, y la aceptación de que nos encontramos “incompletos y mancos”.


La nostalgia es la obsesión aflictiva de estar en otra “parte” (dimensión), de superar la temporalidad y la finitud hacia la eternidad y la infinitud, de volver a la Itaca de los orígenes (tal como los aluviones de su etimología griega – nosteo y algeo, “volver a la patria” y “sentir dolor” - lo indican).


Pero ¿Quién soy yo para hacer réplica del Diccionario de la Real Academia al contradecirla y asentir que la nostalgia no trae el dolor más bien la remembranza de un dulce recuerdo?


No soy nadie...


Sólo soy alguien que, con un poco de tiempo libre, entró de nuevo a este Blog a encontrar lo que antes escribió, lo que antes escribieron otros para toparse así de frente con lo que sintió, al encontrar (sin que se tuviese alguna advertencia de ello) aquí mismo, con quien desde ahora está dispuesta a vivir toda su vida...


...Así, por pura nostalgia...





Y Andrea ¿Qué esperas para remodelar esto?