10/8/09

Ejercicio meridiano.


En la ciudad de México, aquella que acoge con sus brazos a todo aquél que llegue con una historia nueva. Llueve. Llueve porque las razones por las que no debe de hacerlo, no son suficientes y ante una doble negación, el cielo se cierra, se carga, se pone gris y deja caer ante nosotros los incrédulos, toda el agua que Tláloc seguramente desde hace siglos nos guardó.


En el momento en el que caen las notas, hasta parece que las conozco. Las oí por ahí justo cuando descubrí una canción de Jack Blanco y me dan ganas de que sea viernes, otra vez.


¿Recuerdas esa lluvia lenta queda y tibia que se derrumbó en nosotros en muestra de gratitud? Si, de aquella que se derribó ante la noticia que te rondaba, aquella que te tentaba: Irte a estudiar a otro país.


Y yo, cual campanita del país de las maravillas que tu creaste, me di el lujo de acompañar a la lluvia y llorar un poco. Sólo un poco para que no te dieras cuenta, para que no fuese evidente y pudieras irte tranquilo.


Cuando nos despedimos y la lluvia seguía compañándome, supongo para no dejarme creer que estaba sola, entré a una cantina. Empapada busqué un asiento en la barra y pedí un ron. Un personaje, que se parecía a tu amigo el ruso, me pidió un vodka y comenzamos a charlar un poco.


Me distraía y lo sabía, pero no lograba poner atención a su plática, ni siquiera cuando pretendía contarme sobre una noche de borrachera en la que orinó en la cerca de una anciana decrépita cuando viajó a Estados Unidos y lo deportaron de vuelta a su país... Por una miada.


Salí de ahí intentando juntar las piezas de un viejo rompecabezas y sólo logré sonreír cuando el sol, volvió a salir.






Un pequeño ejercicio, en honor a mis compañeros Bloggers, espero que les guste.